jueves, 13 de octubre de 2016

SIE7E OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUAL (IV PARTE)

PERDONAR A LOS QUE NOS OFENDEN
Freddy J. Berrios G.
@Catolicoslinea

Qué Misericordioso es nuestro Señor Jesús y cuán grande es su amor; son infinitos sus caminos por lo que llama a los pecadores y profunda la sabiduría con que convierte hechos humanos mezquinos en grandes acontecimientos que demuestran Su Gloria. El agravio inferido de un individuo a otro, es una ofensa que nos da la oportunidad de crecer en el auténtico amor a través del perdón; detrás de la ofensa se esconde la tentación del adversario de generar resentimientos (decepción, odio, intolerancia, etc.) que buscan envenenar el alma, la mente y el cuerpo, pero Cristo en su oración al Padre creador nos imbuye en este compromiso caritativo para fomentar entre nosotros  la unidad. “Errar es de humanos y perdonar es divino” es el argot popular que recoge el sentido ilimitado e inmensurable del amor a través del perdón.

¿Cómo puedo perdonar al que me ha hecho daño?
Es un acto de fe el perdonar y más cuando se encuentra latente un dolor, una pérdida, una humillación, entre otros sufrimientos. Por lo tanto, se requiere de la acción del Espíritu Santo para participar desde el fondo del corazón, en la santidad, en la misericordia y en el amor divino para hacer de nuestra pertinencia los mismos sentimientos que están en Jesucristo; sólo así la unidad del perdón es posible perdonándonos mutuamente como nos perdonó Dios en Su Hijo (cf Ef 4,32; Flp 2, 1; CIC parág. 2842)

Perdono pero no olvido ¿puedo vivir en paz?
No. Hay personas que han causado mucho sufrimiento a los demás y no sólo eso, sino que los malvados influyen en otras personas y las corrompen, con lo cual se opta por “perdonar” temporalmente las ofensas pero estamos en alerta a lo que pueda hacer nuestro hermano, el prójimo; ahora bien, esta opción de “no olvidar” crea una brecha en la que los prejuicios nos separa también de Dios porque no podemos amar a nuestro Señor a quien no vemos, si no amamos al herman@ a quien sí vemos (cf. 1 Jn 4,20). La obligación más bella –como virtud- para Dios es nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y El Espíritu Santo de su pueblo elegido, por consiguiente estas acciones no se consideran  auténticos  actos de sacrificio y Él nos despide del altar para que antes de ofrecer algo nos reconciliemos con nuestro hermano (cf. CIC parág. 2845).



Hay gente que no les agrado e insisten en hacerme mal ¿qué hacer?    
Los cristianos estamos en el mundo pero no somos del mundo; es normal que por causa de nuestro Señor tengamos enemigos de la fe. No está en nuestra mano y pensamiento no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero el corazón que se ofrece al Espíritu Santo cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando el agravio en intercesión; además, damos testimonio del amor que es más fuerte que el pecado. Amar inclusive a quienes nos consideran enemigos es buscar la perfección en la observación del mandamiento de Jesús y es nuestro llamado natural como Iglesia (cf. Mt 5,48; Lc 6,36; Jn 13, 34).





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