domingo, 3 de septiembre de 2023

SEPTIEMBRE: ADVOCACIÓN DE LA VIRGEN DESATANUDOS

DETRÁS DE CODEX DE LA DESATADORA DE NUDOS

Freddy Berrios
@catolicos_en_linea1


En las Sagradas Escrituras los números tienen diferentes significados y expresan distintos contenidos, que por su contexto histórico de colonización de diversos imperios al pueblo de Dios y guerras tribales, muchos de sus mensajes fueron codificados y/o encriptados. Es por ello, que a la luz de la Palabra y en virtud de evitar toda arte esotérica de adivinación o temas parecidos, los números fueron utilizados por los hagiógrafos para transmitir verdades importantes o significados simbólicos. Por ejemplo, el número siete se usa a menudo para representar la plenitud o la perfección, mientras que el doce se usa para representar al pueblo de Dios o las tribus de Israel. 

Si bien los números tienen significado en la Biblia, se usan con moderación y con un propósito específico dentro del plan salvífico. Por lo tanto, es importante comprender la perspectiva general de la Biblia sobre la adivinación, la superstición y la búsqueda del conocimiento oculto al interpretar los números.

El peligro de la numerología es malinterpretarse o utilizarse para justificar creencias no católicas. Algunas personas han usado la numerología para predecir el fin del mundo o afirmar que ciertos eventos tienen un significado profético. Sin embargo, estas interpretaciones a menudo se basan en una comprensión defectuosa de los Textos Sagrados y pueden generar confusión o enseñanzas falsas. Los católicos, debemos acercarnos a la numerología con cautela y tratar de comprender lo que la Palabra de Dios enseña sobre este tema a través de la LECTIO DIVINA.

S1
OS2
DOS3
UDOS4
NUDOS5
ENUDOS6
DENUDOS7
ADENUDOS8
RADENUDOS9
ORADENUDOS10
DORADENUDOS11
ADORADENUDOS12
TADORADENUDOS13
ATADORADENUDOS14
SATADORADENUDOS15
ESATADORADENUDOS16
DESATADORADENUDOS17
153

Triángulo - Código Místico de María. Fuente Parroquia Nuestra Sra. de la Fundación, Mvdo. Uruguay


¿Cuál es el origen de la advocación María la desatadora de nudos?

Proviene de un cuadro del pintor alemán Johann Georg Melchior Schmidtner datado hacia el año 1700.​  Esta imagen puede interpretarse como la guía celestial por parte de los ángeles, auxiliares de Dios, en los oscuros caminos de la vida terrenal en la que la presencia de María Desatanudos sería una alegoría de las dificultades humanas, simbolizadas como cintas anudadas, que la Virgen desata y destraba como una madre ayuda a sus hijos.

Su culto también enseña el amor inconmensurable de una madre capaz de conceder peticiones y resolver conflictos (desatar nudos) a quienes le recen mucho.

Iconografía de la Advocación


¿Tiene algún código numérico esta advocación?

Sí. La expresión DESATADORA DE NUDOS está formado por 17 letras cuya regresión -a manera de triángulo- en su escritura suma: 17 + 16 + 15 + 14 + 13 + 12 + 11 + 10 + 9 + 8 + 7 + 6 + 5 + 4 + 3 + 2 +1 resulta en 153 la totalidad de las letras comprendidas dentro del triángulo.

San Agustín de Hipona llegó a resaltar que siempre se han visto en los números, mensajes y símbolos de Dios. Así vemos entonces, por tradición judía, que el número 17 connota lo pequeño y diminuto que está en potencia, mientras el número 153 es asociado a plenitud o el desenvolvimiento completo de la Gracia o de la Potencia de Dios. En este sentido, el profeta Ezequiel en el capítulo 47 expone que desde Engadi (en alusión al número 17) hasta Eneglaym (en referencia al número 153) se tenderán redes que atraparán una infinita cantidad de peces, gracias al agua pura y dulce que brotará del costado derecho del templo.

(https://www.agustinosvalladolid.es/estudio/investigacion/estudioagustiniano/estudiofondos/estudio1968/estudio_1968_1_03.pdf)

Si lo relacionamos también a Cristo, después que de su costado derecho saliera sangre y agua, se presentó resucitado y vivo para siempre a los discípulos a la orilla del lago. Desde la playa -al amanecer del sol- les mandó que tiraran la red a la derecha, a pesar que los apóstoles no habían pescado nada en toda la noche oscura...ellos confiaron en el mandato de Jesús y recolectaron 153 peces. Por lo tanto, la profecía de Ezequiel en señal del agua del costado derecho del templo llenaría de peces el mar, se cumple con el signo extraordinario hecho por Jesús resucitado. (cf. Jn 21:1-19; Ez 47: 1-23)

Esta advocación entonces encripta en sí misma, el anuncio de la plenitud de vida que el Hijo derrama sobre el género humano como Gracia y fortaleza, consuelo y salvación eterna. 


¿Cuándo celebra la Iglesia ésta advocación?

Su fiesta oficial es el 28 de septiembre pero en Argentina también se celebra con gran fervor los 8 de diciembre. El ahora Papa Francisco -siendo Jorge Bergoglio- llevó en la década de los 80 desde Augsburg (Alemania) a Buenos Aires (Argentina) una tarjeta postal con esta imagen y en esta referida ciudad encargó una copia, la cual fue instalada en la iglesia de San José del Talar. Actualmente esta festividad se encomienda a las personas con problemas, a los matrimonios y abarca su patronazgo a los masajistas. ( «En México, la virgen Desatanudos, advocación argentina del Papa Francisco». La Prensa. 10 de julio de 2017)

viernes, 26 de mayo de 2023

COMUNICADORES SOCIALES: HABLEN CON EL CORAZÓN

 MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA 57 JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES.




Desde el 24 de enero del año en curso, el mensaje estaba preparado y publicado en la página oficial del Vaticano www.vatican.va y fue leída el pasado domingo 21 de mayo por el vicario de Cristo -el Papa Francisco- en el marco de la celebración de la referida jornada que busca consolidar la ética periodística así como el estímulo de una información responsable a los que utilizan las redes sociales para difundir y/o expresar cualquier cosa.

Publicamos el contenido completo.

Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef 4,15)

Queridos hermanos y hermanas:

Después de haber reflexionado, en años anteriores, sobre los verbos “ir, ver” y “escuchar” como condiciones para una buena comunicación, en este Mensaje para la LVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales quisiera centrarme en “hablar con el corazón”. Es el corazón el que nos ha movido a ir, ver y escuchar; y es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora. Tras habernos ejercitado en la escucha —que requiere espera y paciencia, así como la renuncia a afirmar de modo prejuicioso nuestro punto de vista—, podemos entrar en la dinámica del diálogo y el intercambio, que es precisamente la de comunicar cordialmente. Una vez que hayamos escuchado al otro con corazón puro, lograremos hablar «en la verdad y en el amor» (cf. Ef 4,15). No debemos tener miedo a proclamar la verdad, aunque a veces sea incómoda, sino a hacerlo sin caridad, sin corazón. Porque «el programa del cristiano —como escribió Benedicto XVI— es un “corazón que ve”» [1]. Un corazón que, con su latido, revela la verdad de nuestro ser, y que por eso hay que escucharlo. Esto lleva a quien escucha a sintonizarse en la misma longitud de onda, hasta el punto de que se llega a sentir en el propio corazón el latido del otro. Entonces se hace posible el milagro del encuentro, que nos permite mirarnos los unos a los otros con compasión, acogiendo con respeto las fragilidades de cada uno, en lugar de juzgar de oídas y sembrar discordia y divisiones.

Jesús nos recuerda que cada árbol se reconoce por su fruto (cf. Lc 6,44), y advierte que «el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, de su mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca» (v. 45). Por eso, para poder comunicar «en la verdad y en el amor» es necesario purificar el corazón. Sólo escuchando y hablando con un corazón puro podemos ver más allá de las apariencias y superar los ruidos confusos que, también en el campo de la información, no nos ayudan a discernir en la complejidad del mundo en que vivimos. La llamada a hablar con el corazón interpela radicalmente nuestro tiempo, tan propenso a la indiferencia y a la indignación, a veces sobre la base de la desinformación, que falsifica e instrumentaliza la verdad.

Comunicar cordialmente

Comunicar cordialmente quiere decir que quien nos lee o nos escucha capta nuestra participación en las alegrías y los miedos, en las esperanzas y en los sufrimientos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Quien habla así quiere bien al otro, porque se preocupa por él y custodia su libertad sin violarla. Podemos ver este estilo en el misterioso Peregrino que dialoga con los discípulos que van hacia Emaús después de la tragedia consumada en el Gólgota. Jesús resucitado les habla con el corazón, acompañando con respeto el camino de su dolor, proponiéndose y no imponiéndose, abriéndoles la mente con amor a la comprensión del sentido profundo de lo sucedido. De hecho, ellos pueden exclamar con alegría que el corazón les ardía en el pecho mientras Él conversaba con ellos a lo largo del camino y les explicaba las Escrituras (cf. Lc 24,32).

En un periodo histórico marcado por polarizaciones y contraposiciones —de las que, lamentablemente, la comunidad eclesial no es inmune—, el compromiso por una comunicación “con el corazón y con los brazos abiertos” no concierne exclusivamente a los profesionales de la información, sino que es responsabilidad de cada uno. Todos estamos llamados a buscar y a decir la verdad, y a hacerlo con caridad. A los cristianos, en especial, se nos exhorta continuamente a guardar la lengua del mal (cf. Sal 34,14), ya que, como enseña la Escritura, con la lengua podemos bendecir al Señor y maldecir a los hombres creados a semejanza de Dios (cf. St 3,9). De nuestra boca no deberían salir palabras malas, sino más bien palabras buenas «que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan» (Ef 4,29).

A veces, el hablar amablemente abre una brecha incluso en los corazones más endurecidos. Tenemos prueba de esto en la literatura. Pienso en aquella página memorable del capítulo XXI de Los novios, en el que Lucía habla con el corazón al Innominado hasta que éste, desarmado y atormentado por una benéfica crisis interior, cede a la fuerza gentil del amor. Lo experimentamos en la convivencia cívica, en la que la amabilidad no es solamente cuestión de buenas maneras, sino un verdadero antídoto contra la crueldad que, lamentablemente, puede envenenar los corazones e intoxicar las relaciones. La necesitamos en el ámbito de los medios para que la comunicación no fomente el rencor que exaspera, genera rabia y lleva al enfrentamiento, sino que ayude a las personas a reflexionar con calma, a descifrar, con espíritu crítico y siempre respetuoso, la realidad en la que viven.

La comunicación de corazón a corazón: “Basta amar bien para decir bien”

Uno de los ejemplos más luminosos y, aún hoy, fascinantes de “hablar con el corazón” está representado en san Francisco de Sales, doctor de la Iglesia, a quien he dedicado recientemente la Carta apostólica Totum amoris est, con motivo de los 400 años de su muerte. Junto a este importante aniversario, me gusta recordar, en esta circunstancia, otro que se celebra en este año 2023: el centenario de su proclamación como patrono de los periodistas católicos por parte de Pío XI con la Encíclica Rerum omnium perturbationem. Intelecto brillante, escritor fecundo, teólogo de gran profundidad, Francisco de Sales fue obispo de Ginebra al inicio del siglo XVII, en años difíciles, marcados por encendidas disputas con los calvinistas. Su actitud apacible, su humanidad, su disposición a dialogar pacientemente con todos, especialmente con quien lo contradecía, lo convirtieron en un testigo extraordinario del amor misericordioso de Dios. De él se podía decir que «las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones» ( Si 6,5). Por lo demás, una de sus afirmaciones más célebres, «el corazón habla al corazón», ha inspirado a generaciones de fieles, entre ellos san John Henry Newman, que la eligió como lema, Cor ad cor loquitur. «Basta amar bien para decir bien» era una de sus convicciones. Ello demuestra que para él la comunicación nunca debía reducirse a un artificio —a una estrategia de marketing, diríamos hoy—, sino que tenía que ser el reflejo del ánimo, la superficie visible de un núcleo de amor invisible a los ojos. Para san Francisco de Sales, es precisamente «en el corazón y por medio del corazón donde se realiza ese sutil e intenso proceso unitario en virtud del cual el hombre reconoce a Dios» [2]. “Amando bien”, san Francisco logró comunicarse con el sordomudo Martino, haciéndose su amigo; por eso es recordado como el protector de las personas con discapacidades comunicativas.

A partir de este “criterio del amor”, y a través de sus escritos y del testimonio de su vida, el santo obispo de Ginebra nos recuerda que “somos lo que comunicamos”. Una lección que va contracorriente hoy, en un tiempo en el que, como experimentamos sobre todo en las redes sociales, la comunicación frecuentemente se instrumentaliza, para que el mundo nos vea como querríamos ser y no como somos. San Francisco de Sales repartió numerosas copias de sus escritos en la comunidad ginebrina. Esta intuición “periodística” le valió una fama que superó rápidamente el perímetro de su diócesis y que perdura aún en nuestros días. Sus escritos, observó san Pablo VI, suscitan una lectura «sumamente agradable, instructiva, estimulante» [3]. Si vemos el panorama de la comunicación actual, ¿no son precisamente estas características las que debería tener un artículo, un reportaje, un servicio radiotelevisivo o un post en las redes sociales? Que los profesionales de la comunicación se sientan inspirados por este santo de la ternura, buscando y contando la verdad con valor y libertad, pero rechazando la tentación de usar expresiones llamativas y agresivas.

Hablar con el corazón en el proceso sinodal

Como he podido subrayar, «también en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos. Es el don más precioso y generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros» [4]. De una escucha sin prejuicios, atenta y disponible, nace un hablar conforme al estilo de Dios, que se nutre de cercanía, compasión y ternura. En la Iglesia necesitamos urgentemente una comunicación que encienda los corazones, que sea bálsamo sobre las heridas e ilumine el camino de los hermanos y de las hermanas. Sueño una comunicación eclesial que sepa dejarse guiar por el Espíritu Santo, amable y, al mismo tiempo, profética; que sepa encontrar nuevas formas y modalidades para el maravilloso anuncio que está llamada a dar en el tercer milenio. Una comunicación que ponga en el centro la relación con Dios y con el prójimo, especialmente con el más necesitado, y que sepa encender el fuego de la fe en vez de preservar las cenizas de una identidad autorreferencial. Una comunicación cuyas bases sean la humildad en el escuchar y la parresia en el hablar; que no separe nunca la verdad de la caridad.

Desarmar los ánimos promoviendo un lenguaje de paz

«Una lengua suave quiebra hasta un hueso», dice el libro de los Proverbios (25,15). Hablar con el corazón es hoy muy necesario para promover una cultura de paz allí donde hay guerra; para abrir senderos que permitan el diálogo y la reconciliación allí donde el odio y la enemistad causan estragos. En el dramático contexto del conflicto global que estamos viviendo, es urgente afirmar una comunicación no hostil. Es necesario vencer «la costumbre de desacreditar rápidamente al adversario aplicándole epítetos humillantes, en lugar de enfrentar un diálogo abierto y respetuoso» [5]. Necesitamos comunicadores dispuestos a dialogar, comprometidos a favorecer un desarme integral y que se esfuercen por desmantelar la psicosis bélica que se anida en nuestros corazones; como exhortaba proféticamente san Juan XXIII en la Encíclica Pacem in terris, la paz «verdadera […] puede apoyarse […] únicamente en la confianza recíproca» (n. 113). Una confianza que necesita comunicadores no ensimismados, sino audaces y creativos, dispuestos a arriesgarse para hallar un terreno común donde encontrarse. Como hace sesenta años, vivimos una hora oscura en la que la humanidad teme una escalada bélica que se ha de frenar cuanto antes, también a nivel comunicativo. Uno se queda horrorizado al escuchar con qué facilidad se pronuncian palabras que claman por la destrucción de pueblos y territorios. Palabras que, desgraciadamente, se convierten a menudo en acciones bélicas de cruel violencia. He aquí por qué se ha de rechazar toda retórica belicista, así como cualquier forma de propaganda que manipule la verdad, desfigurándola por razones ideológicas. Se debe promover, en cambio, en todos los niveles, una comunicación que ayude a crear las condiciones para resolver las controversias entre los pueblos.

En cuanto cristianos, sabemos que es precisamente la conversión del corazón la que decide el destino de la paz, ya que el virus de la guerra procede del interior del corazón humano [6]. Del corazón brotan las palabras capaces de disipar las sombras de un mundo cerrado y dividido, para edificar una civilización mejor que la que hemos recibido. Es un esfuerzo que se nos pide a cada uno de nosotros, pero que apela especialmente al sentido de responsabilidad de los operadores de la comunicación, a fin de que desarrollen su profesión como una misión.

Que el Señor Jesús, Palabra pura que surge del corazón del Padre, nos ayude a hacer nuestra comunicación libre, limpia y cordial.

Que el Señor Jesús, Palabra que se hizo carne, nos ayude a escuchar el latido de los corazones, para redescubrirnos hermanos y hermanas, y desarmar la hostilidad que nos divide.

Que el Señor Jesús, Palabra de verdad y de amor, nos ayude a decir la verdad en la caridad, para sentirnos custodios los unos de los otros.

Roma, San Juan de Letrán, 24 de enero de 2023, memoria de san Francisco de Sales.

FRANCISCO

REFERENCIAS:

[1] Carta enc. Deus caritas est, 31.

[2] Carta ap. Totum amoris est (28 diciembre 2022).

[3] Epístola ap. Sabaudiae gemma, con motivo del IV Centenario del nacimiento de san Francisco de Sales, doctor de la Iglesia (29 enero 1967).

[4] Mensaje para la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24 enero 2022).

[5] Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 201.

[6] Cf. Mensaje para la 56 Jornada Mundial de la Paz (1 enero 2023).