VIRGO MARIAE,
EL MEDIO PARA LLEGAR A JESÚS
Freddy J.
Berrios G.
Septiembre, mes de cosecha y
vendimia en diferentes pueblos, ha sido relacionado en las tradiciones
católicas para honrar a la Santísima Virgen María a semejanza del folklore de
los campos de imbuir la semilla espiritual en nuestra tierra para dar luz a nuevas
formas de vida y de conocimiento. Con el
nacimiento de la Santísima Virgen María empieza a cumplirse la historia de la
salvación; desde el significado de su nombre -que en el idioma egipcio significa "La hija preferida
de Yahvé " (Éxodo 15, 20) - hasta su vida, ha sido la referencia de la
obediencia de la fe, por lo que recibe de la Iglesia el título de Nueva Eva, a
partir del cual se respeta y admira su
realización pura en el amor de Dios como máxima trascendental, no de una
religión, sino de toda la creación y de
todos los formados en Dios; todo su ser
simboliza un perfecto estado de creatura
y criatura que debe ser nuestro molde para ser cristianos: sólo en Ella se
formó al natural el hombre-Dios sin
perder su divinidad y sólo por Ella puede transformarse la humanidad para darle
Gloria a Dios como luz que ilumina el
océano de los corazones que buscan la auténtica Paz.
¿Cuál es la misión que Dios le dio a la Virgen María?
Hacer que la humanidad conozca y
ame a su Hijo. Sus cualidades nos enseñan lo hermoso de las capacidades
humanas, recuerda nuestras limitaciones,
que en un sentido poético y comparándolas con la luz de luna llena, no pueden superar las tinieblas sino con la Gracia del
Espíritu Santo, lo que nos convierte en estrellas que anuncian la luz de un
nuevo día en Cristo, que se transfigura en la belleza de ser cada uno Evangelio
Vivo, recuperando nuestra identidad como hijos de Dios y coherederos del Reino
Celestial.
¿Para ser cristianos debemos imitar a la Virgen María?
Sí; la humanidad debe imitar en
un estado de conciencia y consecuencia la vida de María, para dar sentido a la
frase de la Beata Madre Teresa de Calcuta “sin María no hay Jesús”, quien ha
sido preconcebida por Dios para ser dechado de virtudes, ser el horno donde se
cuece el pan Divino y ser en carne viva el Santuario de Jesús. Imitar en
conducta a María es dejar que la espada del mundo nos atraviese el corazón y
sufrir con valentía, en silencio y por amor, las acciones del género humano que
tiende a la concupiscencia para con ello defender nuestra fe (Lc 2, 35).
Sí, aunque Dios en su
omnipotencia pudo haber prescindido de María, pero el plan de incluir a
este ser humano “único” es la clave que
nos comunica directamente con la Misericordia en la cruz de la redención. María
se ha mantenido al lado de Jesús, como madre ha llevado en su interior al
mesías –formándose y consolidándose- para nutrirlo, instruirlo y educarlo; este
es el papel del laico en la Iglesia, nuestro oficio materno para con Cristo y
así estar unido a Él, en Santidad. En la
celebración litúrgica es donde se nos presenta la oportunidad de aceptar el llamado
a la Santidad que nos hace Dios, en la Eucaristía recibimos a Jesús en nuestras
vidas y al salir de la misa es nuestra decisión de permanecer en estado de
Gracia vivificante para dar testimonio de Jesús al mundo y reflejar de esta
manera nuestra identidad cristiana, a través de la devoción Mariana.
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