PREPARACIÓN PARA LA GRACIA. DIGNIFICAR AL DIFUNTO (VII PARTE)
Freddy J. Berrios G.
@Catolicoslinea
Dentro de los
actos que conducen a la salvación, enterrar de manera solemne a quienes en esta
vida buscaron resplandecer parte de la Gloria de Dios y a quienes han muerto en
Cristo pero no están purificados, es la manera en que se honra a los hijos de
Dios que han exhalado el último aliento y cuyo espíritu van al encuentro de la
Divina Misericordia. El creyente no se despide de su prójimo sino le inhuma un “hasta
luego” con la certeza de resguardar nuestra esencia como templos del Espíritu
Santo en la sepultura que abriga nuestro polvo (Gen 3, 19) convirtiéndose en la
última obra de caridad corporal en el mundo.
El católico debe
prepararse para morir porque estamos destinados a un fin más sublime después
del pecado; Dios no hizo la muerte ni se recrea en la destrucción de los
vivientes, por eso en Cristo se llega a la resurrección de entre los muertos
para alcanzar una vida plena y feliz. Nacemos para morir y morimos para vivir
las promesas de nuestro Señor.
¿Es pesimismo pensar en la muerte?
No. Aceptar
nuestra temporalidad en este mundo para reconciliarnos en el amor del Padre
Creador no es pesimismo. Pensar en lo efímero como Iglesia militante debería ser
un estímulo para dejar un legado a las demás generaciones como modelo
sustentable de fe y que sea nuestro aporte en la consolidación del Reino de los
cielos.
Recordemos que
Jesús experimentó la muerte para bien de todos (Hb 2,9). Por lo tanto, la
persona que fallece en Cristo sale de su cuerpo para vivir con Dios (2 Co 5,8).
¿Por qué se ora a los difuntos?
Porque es un
gesto de solidaridad e iniciativa santa para que los difuntos purifiquen sus
pecados y sean libres. Nuestra oración por los difuntos no sólo los ayuda sino
hace eficaz su intercesión en nuestro favor (2Mac 12, 43-45). En la Eucaristía
se vive la comunión de todos los fieles cristianos, tanto de los que
permanecemos en la tierra así como de los que son Iglesia purgante e Iglesia
triunfante (santos y ángeles) por disposición del amor misericordioso de Dios.
¿Por qué se entierra a los muertos?
Porque se
recuerda el tiempo que Cristo permaneció en el sepulcro, donde su Persona
divina continuó asumiendo su alma y su cuerpo, separados sin embargo entre sí
por causa de la muerte pero es el medio que utiliza para rescatar a la
humanidad, proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban condenados.
(CIC. Parag. 630, 632)
Los creyentes
como Iglesia peregrina ofrecen al Padre, en Cristo, al hijo de su gracia que se
deposita en la tierra, con esperanza el germen del cuerpo que resucitará en la
Gloria. Es por ello que los cuerpos de los difuntos deben ser tratados con
respeto y caridad en la fe. (CIC. Parag. 2300)
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