TRAS LA HUELLA DE UN
SANTO (2da Parte)
Freddy J. Berrios G.
@Catolicoslinea
Cristo
como médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos se encarga de las
debilidades que padece el ser humano por la inclinación a la concupiscencia
(relatada en la 1ra entrega) que nos hace experimentar la impotencia, los
límites y la subsistencia de la
humanidad; esta insidia del adversario es el problema más grave que aqueja al
individuo, de lo que en ocasiones, se ha derivado en enfermedades físicas y
mentales para posteriormente hacernos entrever la muerte.
La
enfermedad, por un lado, puede conducir a la duda, la angustia, la
desesperación, inclusive a cuestionar sobre Dios, o peor aún, rebelarnos contra
Él; por otro lado, puede transformar a
la persona y ayudarla a discernir en su vida de lo que no es esencial para convertirse
en el auténtico testimonio de la voluntad divina que nos conlleva a buscar de
Dios y retornar a Él (CIC parág. 1501)
El
Dr. José Gregorio Hernández Cisneros, como entendido en el área profesional de
diversas patologías, dolencias y enfermedades humanas, estaba convencido que la
nación -en el siglo XX- necesitaba
modernizarse a nivel científico y que necesitaba de una buena infraestructura
de servicios sanitarios para mejorar la vida de los venezolanos; como católico
sintió la necesidad de estar sanado espiritualmente en íntima comunión con Dios
y reflejar Su Misericordia al mundo.
¿El Dr. Hernández
estuvo desde joven convencido de ser médico?
No,
ni tenía intenciones de estudiar medicina; cuando decidió irse del pueblo
de Isnotú a la ciudad de Caracas a
estudiar en la Universidad Central de Venezuela en 1882, había manifestado a
sus familiares el interés de estudiar derecho pero su padre Don Benigno
Hernández Manzaneda lo convence para ser médico.(Ortiz,
Carlos: 2000. “José Gregorio Hernández. Cartas selectas”. Editorial CEC, S.A.
Caracas, Venezuela).
¿La profesión de
Médico reforzó su identidad católica?
Sí.
Aunque de su hogar cristiano heredó la caridad hacia los más necesitados y
enfermos, es la Medicina que le enseña a fusionar el servicio hacia los
pacientes, la responsabilidad de curar al prójimo y la satisfacción de aprender
a ser útil para vivir en Gracia Santificante. Sus convicciones de fe y la
catequesis de su tía María Luisa Hernández forjan en el “Médico de los pobres”
un estilo comparable con San Rafael Arcángel y con los Santos Damian y Cosme;
estos últimos fueron médicos que no cobraban a la gente, sólo les pedían que
les regalaran un minuto para hablarles de Cristo y de Su Evangelio.
¿Por qué había decido
abandonar su profesión de Médico para ser clérigo?
Porque
sintió la necesidad de ser curado por el mejor de los médicos, Jesús nuestro
Señor que siempre le pide a los enfermos que crean y, a través de los
sacramentos, Cristo nos permite tocarlo y contemplarlo para sanarnos (cf Lc
6,19). José G. Hernández C. se consagró a Dios como hombre célibe y en 1908 decide ingresar discretamente al
convento de la Cartuja de Farneta de Lucca -Italia- orden religiosa fundada por
San Bruno cuya fiesta litúrgica se celebra este 06 de octubre. Bajo el nombre de
fray Marcelo emprende una vida austera, penitente y en severo voto de silencio
que sólo interrumpía los domingos; empeorando su salud al punto de ser retirado
por consejo del padre superior en 1909. Al llegar este popular trujillano a su
patria, ingresa al Seminario Metropolitano de Caracas, pero conflictos con
estudiantes universitarios lo llevan a servir a Dios en las trincheras del
laicado y de la que entrega su voluntad a la Divina Providencia. (Ortiz,
Carlos: 2000. “José Gregorio Hernández. Cartas selectas”. Editorial CEC, S.A.
Caracas, Venezuela).
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