sábado, 6 de mayo de 2023

EXTRACTO CONVERSATORIO CON EMILIA CONDE

 Entrevista a la teóloga Emilia Conde sobre los eventos más significativos de Jacinto Vera que siguen impactando en la enseñanza católica del Uruguay.

JACINTO VERA APOSTÓ POR EL CELO APOSTÓLICO DE LOS SACERDOTES Y LOS LAICOS

Freddy Berrios.- Católicos en Línea.

Esto que Jacinto llama celo, Juan pablo II nos dice "nuevo ardor", de hecho está hablando de lo mismo, de ese fuego interior que el evangelizador y de modo particular el sacerdote, deben de tener encendido para poder cumplir con su misión, porque de lo contrario estoy transmitiendo ideas, doctrina, principios, la evangelización es otra cosa, por eso también Juan Pablo II nos dice en esta conferencia, la cita de Hebreos "Jesucristo ayer, hoy y siempre". (cf. Hb 13:8) , no hay evangelización sin Cristo”.


Falta el celo del clero, esto es el compromiso, la espiritualidad, la autodonación, la responsabilidad, la vivencia de una consagración tan absolutamente drástica como es la consagración sacerdotal, lograr esa identidad, eso estaba faltando y él lo notaba, por eso uno de los puntos a lograr, las metas que se plantea, es lograr la formación de los sacerdotes”...


Monseñor Jacinto Vera (1813 - 1881) le enseñó a un país que la fe, el amor de Dios y el fervor por los sacramentos están por encima de todo, se desprendió de lo material para favorecer a los más necesitados, acudió al socorro de quienes pedían guía para el camino de la fe y luchó sacrificadamente para que los sacerdotes y lo mismos laicos actuaran siempre desde el celo apostólico, en todos los aspectos de la vida cotidiana.

Cuéntenos un poco sobre el contexto histórico sobre la realidad pastoral en los tiempos de Jacinto Vera.

  • Los tiempos de Jacinto Vera y en los que aún son tiempos de Jacinto Vera, la pastoral y el ambiente en el que normalmente tenemos que desarrollarla, siempre han sido dificultoso, en primer lugar, cuando Jacinto se hace cargo, primero como sacerdote y después como Vicario apostólico y finalmente como Obispo, se encuentra con una realidad, por un lado apretada, y por otro lado debilitada, en el sentido de la poca atención pastoral, hay una diferencia notable entre la realidad intramuros de Montevideo y la realidad fuera de Montevideo, en campaña, a veces las cifras ayudan, pero por ejemplo, en esos tiempos había 83 sacerdotes para toda el área, y cuando se hace la ecuación para la población estimada de la época decimos que eran unos 3 mil fieles para cada sacerdote y de esos sacerdotes teníamos solo 13 uruguayos y los demás extranjeros, eso hacía que se concentrarán en Montevideo y en algunas ciudades del interior que en ese momento ni siquiera eran ciudades, eran como villas, algunas un poco más crecidas que otras, pero ninguna ciudad en el sentido propiamente dicho.

  • Entonces, esa gente que se reconoció como católica y que se había identificado con los sacerdotes, no nos olvidemos que estábamos hablando de los que hoy se siguen denominando históricamente "los curas de la patria", que fueron aquellos, sobre todo franciscanos, que acompañaron la gesta artiguista, fueron los secretarios de Artigas, sin embargo cuando termina el ciclo artiguista, éste se va a Paraguay, y hay un decaimiento, porque la banda oriental, para aquel tiempo ya la República Oriental del Uruguay -desde el punto de vista religioso-  sigue dependiendo de Buenos Aires, acá ni siquiera éramos una Diócesis, tardamos en llegar a ser un vicariato, nunca habíamos tenido Obispo, al punto tener que esperar varios años de vicariato para que se autorizara al vicario a administrar el sacramento de la Confirmación, entonces la pobreza del culto, sobre todo en campaña era notoria, no hay sacerdote no hay misa, no hay misa no hay eucaristía, no hay Obispo no hay confirmación; aquel espíritu religioso que se pudo haber vivido de otra manera fue como debilitándose, por ejemplo, no hay sacerdote no hay matrimonio, el matrimonio civil todavía no existía, entonces la propia constitución familiar se va erosionando, hay como un empobrecimiento espiritual que de alguna manera queda, -y lo va a decir después Jacinto Vera-, un sentimiento recesivo, residual podríamos decir, pero que necesita un soplo que anime la brasa que pudo haber quedado, necesita que se reanime, y eso es lo que va a tener que encarar Jacinto y lo va a hacer personalmente; este es un punto muy importante del contexto en el que Jacinto va a tener que desarrollar su proyecto pastoral, que es básicamente evangelización y más evangelización, pero tiene también, en primer lugar, en términos cuantitativos, escasez del clero, no tiene sacerdotes, en varias cartas que envía a Roma va a hablar de eso, le falta lo fundamental.

  • Y por otro lado va a decir que le falta el celo del clero, esto es el compromiso, la espiritualidad, la autodonación, la responsabilidad, la vivencia de una consagración tan absolutamente drástica como es la consagración sacerdotal, lograr esa identidad, eso estaba faltando y él lo notaba, por eso uno de los puntos a lograr, las metas que se plantea, es lograr la formación de los sacerdotes, él utiliza una palabra muy interesante: la reformación, aquí la cosa se hace todavía más subjetiva, resuena de un cierto modo inspirador, y también habla de una actitud, -me atrevería a decir, casi profética, porque después una idea semejante a esta que trasmite Jacinto, la volvemos a escuchar aquí en América con Juan Pablo II, cuando viene a promover la Conferencia Episcopal de Santo Domingo, en un discurso que pronuncia en Haití (1983) él habla de "nueva evangelización" y el concepto está como muy conectado al concepto de reformar -volver a formar- evangelizar de nuevo y él dice tres cosas muy importantes, dichas en un lenguaje más cercano para nosotros que estuvo latentes en Jacinto, nos habla Juan Pablo II de "nuevo lenguaje, nuevo método pero también nuevo ardor", esto que Jacinto llama celo, Juan pablo nos dice "nuevo ardor", de hecho está hablando de lo mismo, de ese fuego interior que el evangelizador y de modo particular el sacerdote, deben de tener encendido para poder cumplir con su misión, porque de lo contrario estoy transmitiendo ideas, doctrina, principios, la evangelización es otra cosa, por eso también Juan Pablo II nos dice en esta conferencia, la cita de Hebreos, "Jesucristo ayer, hoy y siempre". (cf. Hb 13:8) , no hay evangelización sin Cristo.

  • Por lo tanto, el celo está en transmitir a la persona de Jesús, no es un ejercicio intelectual sino un ejercicio que compromete todo el ser, el intelecto sin duda, pero el afecto también. la propia presencia física, la actitud fisica, el lenguaje presencial, todo eso es parte de ese proceso, y de hecho, cuando Jacinto comparte ese sueño que tiene del clero nacional, habla de un sacerdote que pueda celebrar pero que también pueda enseñar, enseñar desde la predicación, eso es como una sutileza pero al mismo tiempo él se pregunta ¿Cómo negarle a la gente lo que está pidiendo?, está pidiendo que el culto se recupere pero que ese culto atienda a la necesidad vital total de las personas, y eso es un poco el espiritu que va a ir de alguna manera forjando, depurando, alimentando Jacinto respecto de esa realidad absolutamente desafiante, duramente desafiante que le toca por delante y que él conoce, no solamente en Montevideo sino también en el interior del país, donde se educó y definió su vocación sacerdotal.

  • Jacinto Vera conoció esta realidad no sólo como observador sino también desde la piel y desde la piel se hace cargo para tocar esa realidad y de hecho transformarla liberándola. Este es el contexto en el que se mueve esta pastoral que es determinante en la identidad de la Iglesia Católica en el Uruguay hasta ahora.

¿Cómo planteó Jacinto Vera la Evangelización a partir de todas esas carencias y necesidades del pueblo uruguayo?

  • Capitalizó la experiencia notable que había tenido cuando define su vocación y se encuentra con que se tiene que ir del Uruguay para formarse afuera; tiene que ir a Buenos Aires (Argentina), allí estaban los Jesuitas dedicados a la formación de los aspirantes al sacerdocio y todo eso había que financiarlo y la familia de Jacinto no tenía medios por lo que tiene que hacer toda una negociación para lograr ir allá y sin embargo, cuando está por esos lados no consigue dónde hospedarse en la escuela propia de los jesuitas, pero se dan un montón de circunstancias por las cuales puede concretar y formarse.
  • Cuando vuelve a Uruguay, inmediatamente lo ponen como teniente Cura de Nuestra Señora de Guadalupe que está ubicada en Canelones, una zona cercana de Montevideo y vuelve a insertarse, vuelve a hacer carne de esa realidad, entonces empieza a manejar la posibilidad de fomentar el crecimiento, la afloración de las vocaciones, pero también a hacerse cargo de esas formaciones y que los chicos puedan generar, puedan acceder, a la disciplina, a la regularidad de los cursos logrando superar ciertas dificultades para concretar un seminario nacional y que esas vocaciones juveniles puedan definirse en el sacerdocio.
  • Ahora; hay una correspondencia porque el sacerdocio es -antes que nada- un servicio y un servicio doble que es dado en fidelidad al que los envía pero también en fidelidad a aquellos a los que es enviado, por lo tanto requiere el conocimiento de esos dos polos. Toda esa formación requiere también una experiencia de encuentro con la gente y Jacinto se hace cargo de este estilo misionero que lo caracterizó; cuando las personas expresan “el cura gaucho” y que se lo imaginan a caballo recorriendo Campaña, no es nada legendario, es un dato de la realidad, pero significa sobretodo cercanía con la gente, cercanía en el sentido de “me muevo como tú, me alimento como tú, descanso como tú y tengo la misma fe que tú”. Eso lo entiende la gente a la cual él se dirigió, se contactó, pero también con aquellos que se están formando, aquellos que están creciendo en orden a este servicio, a esta función concreta que es la del sacerdocio.
  • Entonces, los que lo acompañan, inclusive, viven ese asombro de ese hombre que se levanta y dedica tiempo, por ejemplo, a las confesiones, confiesa toda la mañana, se detiene para almorzar y se vuelve a sentar para volver a escuchar a la gente que de repente lleva años sin poder acceder al sacramento de la reconciliación y lo vuelve a hacer, luego celebra en la tarde y se detiene para la cena, tiene un momento de oración; es decir, él es un hombre que predicó con la palabra, predicó con los gestos, con la acción, con la propia vida.
  • Y esa cosa de que nunca hay un resto material de dinero en la economía que pudo manejar Jacinto porque lo gastaba todo en los demás y cuando decimos todo no es solamente el poco dinero que llegaba en sus manos y que invirtió siempre en el pueblo, hablamos hasta de su pertenencias personales, Todo es puesto al servicio y eso despierta en la gente un sentimiento subyacente de amor hacia el otro, hacia Dios, cuando se sienten amados y esto sin duda es como la materia, la asignatura más importante en la formación de sus primeros seminaristas, no es sólo lo que aprenden en el aula con los Jesuitas que vienen a Montevideo para hacerse cargo de la formación de estas primeras vocaciones y de los cuales van a salir algunos nombres muy importantes que después, incluso, van a ir al Pío Latino en Roma (Colegio Pontificio), como es el caso de quien después será Monseñor Mariano Soler, Obispo que encarga la primera biografía de Jacinto Vera; es decir, esta calidad de sacerdotes sale de este maestro que ya llamaban “maestro santo” cuando todavía estaba entre ellos.
  • Realmente la norma de su entrega estuvo a todos los niveles pero sobretodo una frase que él dice, personalmente para mí es muy valiosa, “puedo renunciar a mis derechos pero NO a mis obligaciones”, entonces ahí está la dinámica de su escuela de espiritualidad tanto para los fieles como para los seminaristas y sacerdotes, es decir, acá no hay espacio para el discurso “políticamente correcto” acá debo decir lo que debo decir y hacer lo que debo hacer y lo demás no cuenta y no contó porque pagó peaje por esta manera de entender su rol en el mundo concreto en el cual estaba inserto, pero también su rol ante Dios que fue su regla definitiva; así era este buen hombre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario