viernes, 30 de septiembre de 2016

SIE7E OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUAL (III PARTE)

3) TOLERAR AL PRÓJIMO
Freddy J. Berrios G.
@Catolicoslinea

Cristo enseñó la verdad, no  la razón; el conocimiento humano es una perspectiva subjetiva de la realidad en el que vivimos y por naturaleza, la mayoría de las acciones que realiza una persona en particular, trata de justificarla –sea buena o mala-. Tolerar al prójimo se convierte en una virtud cuando se practica de manera prudente y respetuosa, no es el hecho de dar o quitar la razón en una determinada situación al prójimo, sino de comprender con paciencia las circunstancias del prójimo. Es nuestro deber como católicos, y nuestro derecho social a la libertad de pensamiento, expresión y acción, a buscar la verdad sobre todo en lo que se refiere a Dios; aquella Verdad que exige obras caritativas para vivir felices.  (cf. Jn 14:6; Mt 5:3-11) 

¿Por qué tengo que tolerar al prójimo?    

Porque es una práctica de amor que agrada a Dios, tolerar al prójimo es una obra muy difícil que exige entrenamiento espiritual del cual surgen gradualmente destrezas, habilidades y actitudes que nos permiten contemplar con inteligencia la misericordia de nuestro Señor. El amor no tiene sentido si no es compartido, por lo tanto hay que ponerlo en práctica sin condiciones ni expectativas. (cf. 1Cor 13:1-13)    
Dios nos creó para servirnos mutuamente, vivir sin esta premisa nos aleja de la recompensa del Reino de los Cielos y nos niega a practicar el amor misericordioso a imagen de la Santísima Trinidad (cf. Manglano, José Pedro y de Castro, Pilar. Orar con Teresa de Calcuta. Editorial Desclée de Brouwer, S.A. España, 2003)

¿Cómo podemos tolerar a los demás?   

Formando un espíritu humilde; con ánimo constante se debe esforzar por el convivir buscando el bien común en la familia, en la sociedad, en el mundo. Tolerar se convierte para el cristiano en una escuela, un sistema moral que forja la perfección -por la Gracia del Espíritu Santo- para manifestar la Gloria del Padre creador. Comprendiendo y aceptando las penas del prójimo no basta para hacer justicia, es necesario sufrir con amor como señal de la conexión de la redención gracias al sufrimiento de Cristo.
En ocasiones, tolerar consiste en “perder” el tiempo con alguien que necesite ayuda y muchas veces nos cuesta dar ese tiempo sin saber que es una oportunidad valiosa de salvación colectiva; estar atento, escuchando sin mirar el reloj y sin esperar  beneficios personales nos enseña que el éxito del amor reside en el mismo amor, no en el resultado de dicha acción caritativa.
       
¿Qué hago si me cuesta “aguantar” a mi semejante?

Ser tolerante con el coetáneo no implica dejarse humillar deliberadamente, ni dejarse faltar el respeto en detrimento de la dignidad humana, pues sería una falsa humildad con posibles daños físicos, psicológicos y espirituales. Tolerar con paciencia los defectos del prójimo es esencialmente una prueba de fe que debe ser acogida dentro del respeto, la compasión y sutileza para evitar discriminaciones, injusticias y violencia que generen divisiones, peleas, divorcios, rupturas de lazos fraternos  y sociales, entre otras acciones atenuantes a las insidias del adversario por desviarnos de la misericordia divina.




jueves, 22 de septiembre de 2016

SIE7E OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUAL (II PARTE)

2) CONSOLAR AL AFLIGIDO
Freddy J. Berrios G.
@Catolicoslinea

Por definición, Consolar es estar al lado de alguien que se encuentra solo, es decir, involucra acompañar. Por lo general, quien busca la soledad es porque se siente triste; entonces la acción de acompañar al que está solo significa asistir al afligido. Para el ser humano, con el pasar de los años, la vida se hace compleja y las tribulaciones eventuales parecen ser más serias; por desgracia, las vicisitudes de perder un trabajo, pasar el trauma de un divorcio, una enfermedad grave, perder un ser querido, entre otros casos, son circunstancias tan angustiosas que nuestro prójimo sufre física, mental  y espiritualmente.
El cristiano debe conocer el verdadero consuelo de Dios cuando nos toque sufrir;  el consuelo es la experiencia de la presencia de Dios y reconocer los signos que lo muestran actuando con nosotros. Hay que profundizar en esta obra de misericordia que va de la mano de la oración para aligerar nuestras cargas mutuamente en beneficio de tantas almas agobiadas que muchas veces optan por no pedir ayuda.

¿Cómo nos consuela Dios?    

En la Biblia encontramos la respuesta “…Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (cf. Rom 15:4)
La humanidad sufre la tentación de transformar nuestra imagen y semejanza de Dios para convertir la propia vida en la tierra como si Dios no existiera en toda su realidad trascendente, es por ello que vemos en la sociedad diversos trastornos psicológicos, depresiones e infelicidad.
Dios es nuestro Padre Creador y nos ayuda a todos por terrible que parezca una situación en particular. De hecho, doctores de la Iglesia aseguran que los acontecimientos que provocan aflicción al espíritu son para que nos volvamos a Dios y busquemos comunicarnos con Él. (cf. Stgo 4:8; Am 3:3; Is 61:1-2. 66:13; Salm 86:17; Mt 11:28-30)

¿Cómo podemos hallar consuelo?   

En la práctica de los ejercicios de piedad se encuentran cuatro (04) maneras que se pueden utilizar de forma combinada inclusive para que sea efectiva aliviar las penas y animar al más necesitado de la alegría de la que estamos todos llamados a tener: 1) Invocación al Espíritu Santo (cf. Hch 9:31); 2) Oración (cf. Filp 4: 6-7) ; 3) La comunidad o hermandad cristiana (cf. Col 4:11; 1Tsl 3:7) y 4) La Biblia (cf. Is 40:1; 2Cor 1:3-7; 1Pe 5:6-7)
Por lo tanto, el rezo del Santo Rosario en una congregación de fieles creyentes y que se aplique la Lectio Divina para la meditación de las Sagradas Escrituras es un método efectivo para buscar consuelo.

¿Dónde podemos hallar consuelo?

En la Iglesia –símbolo de la Madre de Dios y Madre nuestra- . María ha vivido el desgarro de separarse de su único Hijo, muerto en la Cruz; cuenta la tradición que la Virgen revivió su profundo dolor durante largos años de soledad y abandono hasta que fue asumida en el Empíreo del que recibió el consuelo a su pena con la asunción por parte de Dios; por lo tanto, es la madre de los dolores y todos los que sufren son sus hijos predilectos (cf. Mt 5:4).







domingo, 11 de septiembre de 2016

SIE7E OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUAL



1) LA ORACIÓN COMO OBRA DE MISERICORDIA
Freddy J. Berrios G.
@Catolicoslinea

Las obras de misericordia son acciones caritativas ejecutadas por la Gracia del Espíritu Santo en la que socorremos al coetáneo en sus necesidades corporales y espirituales. En artículos anteriores se detallaron las obras de misericordia corporal, por lo que en este capítulo comenzaremos a compartir nuestras experiencias, testimonios y conocimientos de las obras de misericordia espiritual para Gloria de Dios.
Etimológicamente orar viene del latín oris –boca- porque de los labios brotan las oraciones; rezar significa repetir una oración o frase; rogar proviene del latín rogare –pedir-  y suplicar significa someterse; por lo tanto, la acción de comunicarnos repetidamente con nuestro Padre creador para pedirle cosas según sea su divina voluntad, es la clave para disfrutar la vida en abundancia.

¿Para qué sirve orar?

Para algunos escépticos orar es un tipo de “medicina alternativa” que sirve de terapia. Para los cristianos, la oración es la relación de Alianza entre Dios y la humanidad en Cristo; significa la acción vivificante inspirada por el Espíritu Santo que surge en nosotros la comunicación hacia el Padre creador en estrecha unión fraternal. (cf. CIC parág. 2564)
Orar es el privilegio de estar íntimamente unido a la Gracia del Reino de la Santísima Trinidad y mantenerse en la presencia divina para reflejar su Gloria en nuestras actuaciones cotidianas.

¿Nuestras oraciones son escuchadas?

Sí. Dios escucha nuestras oraciones, no obstante, la humanidad pecadora cambia el tiempo de la oración, condiciona penitencias y hace plegarias en detrimento de nuestro prójimo por no saber orar; nos preocupamos por las cosas del mundo hasta llegar a renegar de Dios, buscando olvidarnos de Él y de nuestro deber (cf. Dan: 9, 20-22; Is: 30,19; Prov: 15,8; Mc: 14, 32-42; Lc: 18, 1-8; Rom: 8,26; Heb: 5,7)
Para muchas personas orar es una pérdida de tiempo o sienten un silencio por parte de Dios. Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y palabras) el que ora debe estar concentrado, su corazón y su psique se deben fusionar para convertirse en el centro escondido, sin acceso, excepto por el Espíritu de Dios, donde controle nuestras decisiones y tendencias psíquicas; así que la persona que ora con el corazón y/o la mente alejado de Dios lo hace en vano.

¿Por qué orar por los vivos y los difuntos?

Porque debemos auxiliar al prójimo que no sepa orar; otros hermanos también necesitan del apoyo en la oración para interceder por alguna causa trascendental y dentro del Misterio de la fe, Dios se sirve de momentos de desgracias o calamidades para instruirnos y dirigir nuestros corazones a Él. Los católicos estamos en comunión como Cuerpo Místico de Cristo, congregados como Iglesia Militante, seguidamente en Iglesia Purgante para finalmente gozar del amor divino en condición de Iglesia Triunfante.
Dios TRIUNO nos invita a hablar con Él para que seamos sus amigos; cuanto más le oremos, más estrecha será nuestra amistad como respuesta a la queja del Dios vivo a la sed del Hijo único (cf.Jer: 29,12; Salm: 145,18; Mat: 7, 9-11; Jn: 19,28; 1Pe: 5,7; Filp: 4,6)