EL TIMBRE DEL "HOMBRE DE FUEGO"
EDGAR CUEVAS, EMULANDO A UN
HERMANO
Freddy J. Berrios G.
Un hermano en Cristo que se
desprendió de su amor propio para ayudar al prójimo; ardía en su corazón el
fuego divino para enseñarnos que no es el último timbre de su acción
evangelizadora sino el comienzo de su etapa como “diacono permanente”. El
pasado 20 de febrero recibió este titulo de manera post-mortem en la Diócesis
de Trujillo para seguir en su servicio bomberil en la Iglesia Purgante.
Esta es la vida de un soldado de
Cristo que deja un legado a su comunidad de Sabana Libre y al mundo, de quien aprendimos que no se debe dejar a un
compañero en un incendio. Edgar Atilio
Cuevas Valero nació un 27 de agosto de 1952 en Mérida, referenciada como la
“ciudad de los caballeros” y del que este cristiano es un noble ejemplo de arraigo
andino.
Formó su identidad católica desde
muy pequeño gracias a sus padres Atilio Cuevas y María Valero que le enseñaron la importancia
de vivir en el servicio al prójimo para luego aplicarla en su experiencia como
Bombero voluntario a partir de los 10 años de edad. Al ser TSU en
Telecomunicaciones consigue trabajar para CANTV y se muda a la ciudad de Valera
a sus 26 años.
En la ciudad de Valera conoce la
misión sacramental conferida por Dios en unión matrimonial con Luisa Patiño
para vivir el Evangelio del que fue bendecido con tres hijos, frutos del amor
misericordioso del Señor en respuesta de su obra por el bien común. Como
hermano de comunidad ha sido ejemplo de perseverancia y paciencia en las
“pruebas de fuego” que a diario se afrontan como Iglesia militante.
El milagro de su vida
Su testimonio de haber recibido
un favor del Doctor José Gregorio Hernández siempre irradiaba una inmensa luz al
transmitir su Fe para consolar al prójimo
y del que nos mantiene aún firmes en los momentos más difíciles. Contó
Cuevas en una oportunidad que el Venerable lo salvó de que le amputaran una
pierna cuando tenia siete años, pues había sufrido un accidente de tránsito. “Un
día antes de la operación, en la noche, entró a la habitación un señor alto, de sombrero y vestido con un
hermoso paltó; estaba yo muy dormido y sólo recuerdo que me revisó la pierna.
Al día siguiente, mi madre, que era muy devota de José Gregorio, me quitó la
sábana y notó que tenía unos algodones llenos de merthiolate y al lado, una
estampita del Venerable. Mi madre se arrodilló y dio gracias a Dios por la
intercepción de José Gregorio, ella le
había pedido fervientemente que me sanara la pierna para que no me la
cortaran. Los médicos se molestaron y
preguntaron que quién se había atrevido a tocar mi pierna, que algún enfermero
había entrado sin permiso a curarme.
Cuando me fueron a operar, los médicos se dieron cuenta que los daños en
la pierna eran menores. Estaba sano y fue gracias al favor concedido por José
Gregorio Hernández”.
Así como en la historia muchos
santos cargaron con su cruz de manera discreta, el Coronel Edgar Cuevas llevaba
una enfermedad por varios años y lo afrontó con tal determinación que un día
bien temprano, de madrugada, en su hogar ubicado en la parroquia de Sabana
Libre del Municipio Escuque, invita a su amada esposa y a sus hijas a rezar el santo
rosario como ofrenda de agradecimiento, de fortaleza ante las insidias del
adversario, de seguridad para despejar cualquier miedo ante la muerte; es así
que el pasado martes 09 de febrero, en el cuarto misterio de dolor, nuestro
hermano Cuevas sostiene la cruz de Cristo en expiación de sus pecados y dejando
un aliento de satisfacción para ser libre eternamente.
Gracias hermano Edgar por
mantenernos firmes en la Fe, nos veremos en el Paraíso, Dios te bendiga, amén.
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