“Las Edades del Hombre”, proyecto evangélico y
cultural de las Iglesias de Castilla
y León (España) desde hace 28 años se ha
paseado por los mejores templos de la región, por el que han pasado más de diez
millones de personas que desde distintas creencias y variados intereses se han
acercado a contemplar excelentes obras artísticas, se destaca una exposición
monográfica dedicada al agua, destacando sus valores antropológicos,
catequéticos, artísticos e iconográficos.
La pequeña y hermosa Villa Zamorana de Toro, a
orillas de río Duero en este país ibérico, nos lleva a la plurifacética
realidad del agua que se ha convertido en el mundo entero en un problema de supervivencia;
su falta de abastecimiento se debe a múltiples factores de afectación
ambiental, factores humanos y culturales, en los que su abuso irracional llevó
a exclamar al Papa Francisco en la Encíclica Laudato si: “el agua potable y
limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable
para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos”.
Dos templos toresanos, la Colegiata de Santa María la mayor y la Iglesia del
Santo Sepulcro nos llevan de la mano en esta maravillosa y sugerente
exposición.
La sed del agua, en la tradición bíblica y en la
espiritualidad cristiana, es un ícono de la sed de Dios. El agua ocupa en la
historia de la humanidad un lugar destacado; es símbolo de vida, purificación,
providencia y nos revela la relación entre Dios y los hombres en el sacramento
del bautismo.
Volviendo al proyecto artístico, en seis capítulos
muy bien hilvanados, el itinerario expositivo nos muestra el simbolismo y la
virtualidad del agua, tal como se ha expresado artísticamente, para la vida del
hombre, en la historia de la salvación y en el ser-hacer de la Iglesia. La
exposición nos invita al encuentro entre la fe y la cultura a través del arte,
de modo que cuantos la recorran se sientan invitados a sacar su sed de
virtudes, verdad y amor, bebiendo el agua viva que Cristo hace brotar desde
nuestro interior.
Tuvimos la dicha de poder disfrutar de esta edición
de las “Edades del Hombre” de la mano de sus gestores, siempre cordiales, con
guías empapados en el tema y con la fraternidad característica de quienes desde
hace años nos llevan a descubrir en el rico arte castellano-leonés, lo que a lo
largo de muchos siglos ha sido signo de la cultura que hemos heredados los
hijos de esta tierra latinoamericana. Es la manera de templar nuestros
espíritus porque el lenguaje artístico sobrepasa la realidad fáctica dándole un
sentido a la existencia: la verdad y la belleza que parece escaparse, muchas
veces hostil, que nos invita más al odio que al amor verdadero.