II PARTE: TIEMPO DE PERDÓN
Freddy J. Berrios
@Catolicoslinea
Injusticias y toda clase de actuaciones no
cristianas, son noticias constantes en el tiempo y revelan la existencia de una
sociedad que inhibe la liberación que predica el Evangelio. Hay países que en
toda época viven un terrorismo religioso
contrario a las exhortaciones cristianas que refieren el compromiso de darle a
cada tiempo un sentido religioso en el que se sostenga la anhelada liberación. Una
clave apoyada en Cristo para trabajar la
liberación -ruptura de la esclavitud que representan los fanatismos religiosos-
está relacionada con la impronta de los ciclos. Ello da cuenta de que los meses
constituyen la administración del tiempo
de ejecución de diversas actividades que sellan virtudes cristianas tales como
el perdón. Por ejemplo, Abril -derivado del verbo latino “aperire” y traduce “empezar”- señala la reanudación de la peregrinación
espiritual tras la pausa invernal y el
primer brote de las plantas de fe;
así, el Magisterio une ritos
pascuales a este periodo del año promoviendo
la caridad, de lo cual se deriva el nombre griego “areté” (virtud)
símbolo de Cristo como Buen Pastor y Cordero Sacrifical; ello revela que en la dimensión “tiempo” hay
una Cristoincidencia que permite para diferentes periodos reconocer el signo
viviente del amor del “Dios con
nosotros”, encargado del padecimiento de su pueblo, camina con él, lo salva y
lo constituye en la unidad con Él. En esta época de persecución cristiana se
recuerda lo que desde el principio ha sido “amen a sus enemigos y recen por sus
perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos” (cf.
Mt 5,44-45)
¿Perdono
a mis perseguidores?
Sí, aunque es difícil, tenemos que perdonar la violencia y eliminarla con acciones que propendan al
bien. El perdón es la consigna a seguir como medio de santificación personal y
comunitaria; el perdón es el aceite que mantiene ardiendo nuestra llama de fe
para ser luz e iluminar las mentes cegadas por la violencia de la cual han sido
víctimas; el perdón es deleite para hacer sentir en la comunidad, el sabor que
provoca ser sal en esta tierra sedienta de amor.
¿Dejamos que la justicia
humana tome a los impunes?
No! Es necesario que la vid
mística sea podada a fin de producir fruto abundante; que la piedra que adorna el “Templo Celestial”
sea pulida para un aprendizaje. El alma sometida a vicisitudes, debe repetir:
“me vino bien haber sido humillado, así aprendí tus órdenes” (cf. Sal 119:71).
Santa Teresa de Ávila expuso “la mejor y
más fuerte herramienta para conquistar el cielo es la paciencia en las pruebas…
la paciencia hace a un hombre ser dueño
de su alma”.
¿Cómo asumo ser víctima y
perdonar?
Asistiendo a la Eucaristía, ella es
fuente de donde los perseguidos sacan fuerza para profesar la fe
en Cristo, aún a costa de derramar la
última gota de su sangre. (cf. Bernabé Nwoye. La Brisa del Segundo Pentecostés.
2013). En unión Eucaristía y oración, no tenemos nada que temer; a partir de oración
profunda, llegamos a la experiencia mística del éxtasis como encuentro con
Dios, anticipo de alegrías futuras y respuesta de Misericordia. (Rosa Giorgi.
Ángeles y demonios. 2004)