MEMENTO
MORI: LA CRUZ DE LA HUMANIDAD
@Catolicoslinea
Recordar la mortalidad como ser humano, nuestras
limitaciones en el mundo a la fugacidad de la vida, es lo que mueve el deseo de
poder, control y dominio hacia otras
personas para así dejar un legado en el mundo: la maldad que es absorbida y se
asienta en el alma del hombre para corromper su esencia hasta destruir la obra
de nuestro Padre Creador; es así que la vanidad se convierte en el propósito
del adversario (cf. Ecl. 1:2; 12:8) para desilusionar al mundo de las promesas
de la vida eterna por una temporal, decadente y superficial vida terrena de la
que hay que disfrutar, darle placer y evitar sufrir a toda costa; es la enorme
mentira sustentada sobre otra mentira de negar la existencia espiritual
promoviendo antivalores, libertinaje y
violencia.
Los cristianos que caminamos en la Santidad, nos
corresponde salvar a nuestro prójimo, hay que vivir el Evangelio para preparar
a la sociedad de la misericordia que nos ayudará a conseguir la justicia, la
paz y la unidad de los pueblos hacia la auténtica evolución del hombre: respeto
a la dimensión personalista del desarrollo, la tutela del derecho a la vida, la
promoción de la familia, la valoración de la diversidad de culturas con miras a
un enriquecimiento recíproco y la protección del equilibrio ecológico. (cf. San
Juan P. II en homilía en Czestochowa – Polonia, 15/08/1991)
¿Qué es la
Misericordia?
Del latín misere –necesidad- y cordis –corazón- es
el amor a plenitud para dar de lo que se tiene al prójimo; es el misterio de
unir nuestra conciencia a Dios, que nos da la esperanza y el propósito para
vivir. (cf. 1 Jn 3: 19-20)
¿Cómo puedo
ejercer la Misericordia?
Ante la percepción de la “fragilidad” de la vida,
Cristo nos enseña a fortalecernos en Espíritu de Humildad, para entender que
con el paso del tiempo la vida de cada individuo no se “agota” sino se
enriquece si se cultiva la caridad. (cf. CIC 1829)
También debemos buscar gloriarnos en Cristo
cargando nuestra propia cruz y buscando ayudar a nuestros coetáneos a soportar
el peso de sus cruces; parece una empresa imposible pero no lo es si tenemos
nuestra fe depositada en Aquél que me fortalece (cf. Fil 4:13). El perdón y la
reconciliación son las herramientas indispensables en el inicio de este plan de
salvación.
¿Hay vida
después de la muerte?
Sí y hay vida en abundancia para el que cree en la
promesa de Cristo (cf. Jn:10-10). Basta un instante para que la muerte domine
sobre todo lo terrestre y corrompa nuestros cuerpos en el sepulcro. Solamente
estaremos salvados asumiendo con convicción que la muerte, al igual que el
pecado, está encadenada a la cruz en la que se sacrificó Jesús por amor,
convirtiéndose en señal de victoria gracias a la obra redentora.
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